El tiempo es un redoble
sobre un tambor de olvido
donde se despereza la apatía.
Pasa taimado-innoble
con el nick repetido
de la nostalgia y la melancolía.
Tú siempre estás y estás
eternamente huído
y cuando vuelves crecen amatistas,
violetas de strass
relumbrante vahído
sobre el asfalto de mis autopistas.
Tan sola estoy sin ti
como estando contigo,
la tuya es vocación de transeúnte,
misticismo sufí
de nómada, castigo
para cualquier lujuria que despunte.
Para aguantar el vicio
de tu bífida lengua
hay que contar con un contraveneno
y hacer un sacrificio
a la luna, si mengua,
la noche en que te alcance el desenfreno.
¿Te apetece jugar
con la piel del verano
y olvidar la cautela en mi sonrisa?
Siéntate en el lugar
que te alcance mi mano
y finge que, esta vez, no tienes prisa.
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