Ya puede acumularse el alimento
que el hambre no se acaba,
pero llega un momento que el íntimo vacío
no se llena con restos de comida
sino exclusivamente con silencio.
Tú me tiendes un ala desplumada
en la mitad de un vuelo vespertino,
pero estás como yo, silenciando el presente,
sin ganas de cantar el futuro que llega.
No me azuzéis.
No me azuzes,
que ya no sé qué hacer con tanto ruido,
ni con las carcajadas
ni con los abandonos
ni con tanto portazo como doy
a todo el que es culpable de tibieza.
No me azuzes.
Qué puede darme nadie
que no me dieras tú cuando morías
y yo me enmudecí de tanta pena.
Mi problema soy yo, que no me encuentro
y ya no me conforma fingirme cualquier otra,
aunque sea mejor que yo,
mucho mejor que yo.
No me resigno a oler
como otra,
a volar como otra,
a querer como otra
- siempre por puto oficio-
porque no sentiría lo que siento
o lo que ya no siento justo como lo siento,
o no,
incomparablemente yo,
sin alas y a lo loco
¿o era sin bragas?
¿sin faldas?
Lo que sea.
Qué es el silencio,
sino lo que precede al trueno, al grito,
al rugido,
al caos.
Mi tiempo es sólo mío.
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